terça-feira, dezembro 23, 2003
138 - LOBO ANTUNES / EL PERIÓDICO
Depoimento de Nelson de Matos, publicado no jornal El Periódico, de Barcelona, durante a estadia de António Lobo Antunes - 14.11.2001
Tengo el gusto de trabajar y de ser el editor portugués de Antonio Lobo Antunes desde hace más de 20 años.
Durante estos 20 años, han ocurrido muchas cosas.
Sin lugar a dudas, lo más importante ha sido la transformación progresiva de esta relación profesional en una insustituible relación de amistad.
Antonio es exigente y riguroso. Hombre de pocos amigos, desgraciadamente, con el tiempo y las amarguras de la vida, algunos de ellos han ido desapareciendo: el escritor José Cardoso Pires, el coronel Ernesto Melo Antunes, su comandante durante la época de la guerra colonial, que tanto marcó a los hombres de nuestra generación.
Lo mismo me ha sucedido a mí. Los amigos son cada vez más escasos, la vida va seleccionando a unos pocos y esta selección no siempre es la más justa.
Por eso afirmo que, en la actualidad, nuestra amistad es insustituible, por lo menos para mí, y como tal la vivo.
Una amistad cimentada en el trabajo diario, la confianza mutua, los intereses comunes, pero también en otras pequeñas cosas con las que hemos ido forjando nuestro camino. Esa amistad es lo que nos ha mantenido unidos y trabajando juntos a lo largo de más de una decena de libros, de millones de ejemplares impresos, de muchos proyectos y muchas conversaciones. Desde el día en que Antonio entró por primera vez en mi despacho, acompañado por un amigo común, y me dijo, sin cumplidos, sin presentaciones formales, sin que nos hubiéramos visto antes: “Me llamo Antonio y quiero publicar aquí”. “Aquí” se refería a publicaciones Dom Quixote, por aquel entonces una pequeña y prestigiosa editorial portuguesa que, en la actualidad, forma parte del universo editorial del Grupo Planeta.
Hoy en día, António es, en el mundo literario, uno de los pocos grandes escritores contemporáneos. Lo digo sin vacilar. Conozco muy bien la producción novelística actual de todos los países, y no son muchos los escritores a los que podamos considerar “grandes” sin riesgo de equivocarnos. Probablemente él sea uno de ellos.
Trabaja sin descanso, escribe todos los días, muchas horas al día, su trabajo está por encima de todos sus demás intereses y preocupaciones. Vive la literatura como si la necesitara para respirar. El mundo de la creación literaria es como el acuario en el que se mueve. Es imposible sacarlo del agua. António no podría vivir sin su trabajo.
Por eso, cuando a veces declara a los periodistas que sólo escribirá un par o tres de novelas más, o que algún día dejará de escribir para no repetirse, no hace otra cosa que crear una nueva ficción. Es imposible imaginarlo sin su escritura, sin sus angustias ante la página en blanco, sin sus dudas (porque todavía tiene dudas) sobre la calidad de su trabajo.
Como ya he dicho antes, Antonio es un hombre exigente. Por eso no es tarea fácil ser su editor en su lengua materna, el primero, el que, antes que nadie, se enfrenta a sus reacciones, a su permanente insatisfacción. Por todo ello he dedicado a este trabajo una parte de mi vida personal y profesional. Con satisfacción, orgullo y amistad.
Nelson de Matos
Tengo el gusto de trabajar y de ser el editor portugués de Antonio Lobo Antunes desde hace más de 20 años.
Durante estos 20 años, han ocurrido muchas cosas.
Sin lugar a dudas, lo más importante ha sido la transformación progresiva de esta relación profesional en una insustituible relación de amistad.
Antonio es exigente y riguroso. Hombre de pocos amigos, desgraciadamente, con el tiempo y las amarguras de la vida, algunos de ellos han ido desapareciendo: el escritor José Cardoso Pires, el coronel Ernesto Melo Antunes, su comandante durante la época de la guerra colonial, que tanto marcó a los hombres de nuestra generación.
Lo mismo me ha sucedido a mí. Los amigos son cada vez más escasos, la vida va seleccionando a unos pocos y esta selección no siempre es la más justa.
Por eso afirmo que, en la actualidad, nuestra amistad es insustituible, por lo menos para mí, y como tal la vivo.
Una amistad cimentada en el trabajo diario, la confianza mutua, los intereses comunes, pero también en otras pequeñas cosas con las que hemos ido forjando nuestro camino. Esa amistad es lo que nos ha mantenido unidos y trabajando juntos a lo largo de más de una decena de libros, de millones de ejemplares impresos, de muchos proyectos y muchas conversaciones. Desde el día en que Antonio entró por primera vez en mi despacho, acompañado por un amigo común, y me dijo, sin cumplidos, sin presentaciones formales, sin que nos hubiéramos visto antes: “Me llamo Antonio y quiero publicar aquí”. “Aquí” se refería a publicaciones Dom Quixote, por aquel entonces una pequeña y prestigiosa editorial portuguesa que, en la actualidad, forma parte del universo editorial del Grupo Planeta.
Hoy en día, António es, en el mundo literario, uno de los pocos grandes escritores contemporáneos. Lo digo sin vacilar. Conozco muy bien la producción novelística actual de todos los países, y no son muchos los escritores a los que podamos considerar “grandes” sin riesgo de equivocarnos. Probablemente él sea uno de ellos.
Trabaja sin descanso, escribe todos los días, muchas horas al día, su trabajo está por encima de todos sus demás intereses y preocupaciones. Vive la literatura como si la necesitara para respirar. El mundo de la creación literaria es como el acuario en el que se mueve. Es imposible sacarlo del agua. António no podría vivir sin su trabajo.
Por eso, cuando a veces declara a los periodistas que sólo escribirá un par o tres de novelas más, o que algún día dejará de escribir para no repetirse, no hace otra cosa que crear una nueva ficción. Es imposible imaginarlo sin su escritura, sin sus angustias ante la página en blanco, sin sus dudas (porque todavía tiene dudas) sobre la calidad de su trabajo.
Como ya he dicho antes, Antonio es un hombre exigente. Por eso no es tarea fácil ser su editor en su lengua materna, el primero, el que, antes que nadie, se enfrenta a sus reacciones, a su permanente insatisfacción. Por todo ello he dedicado a este trabajo una parte de mi vida personal y profesional. Con satisfacción, orgullo y amistad.
Nelson de Matos